Ciencia y tecnología
Al principio, un nuevo candidato a paradigma puede tener pocos partidarios y, a veces, los motivos de estos partidarios pueden resultar sospechosos. Sin embargo, si son competentes, lo mejorarán, explotarán sus posibilidades y mostrarán lo que implicaría pertenecer a la comunidad guiada por él. Al continuar este proceso, si el paradigma está destinado a ganar la batalla, el número y la fuerza de los argumentos de persuasión a su favor aumentarán. Entonces, más científicos se convertirán y continuará la exploración del nuevo paradigma. Gradualmente, el número de experimentos, instrumentos, artículos y libros basados en el paradigma se multiplicará. Más hombres, convencidos de la utilidad de esta nueva visión, adoptarán el nuevo método para practicar la ciencia normal, hasta que, finalmente, sólo haya unos cuantos que continúen poniéndole resistencia.1
El prejuicio que tanto me preocupa se puede advertir fácilmente. Los economistas, cuando trabajan con el proceso de cambio tecnológico, revelan una conceptualización jerárquica de diferentes formas de conocimiento similares a las del científico estudioso de las ciencias naturales. Es decir, dan la máxima importancia a las formas puras de conocimiento, conocimiento científico que implica ser del grado de generalidad más elevado y amplio. En cambio, tienen en muy poca consideración el conocimiento tecnológico o industrial, porque es demasiado específico y particularista en su naturaleza, y muestran poco interés por la forma en la que este conocimiento es producido o difundido.2