Acabamos de cerrar una nueva edición del programa Technovation Girls Catalonia y no podría estar más orgullosa del equipo de cinco niñas de entre 8 y 10 años con el que he tenido el privilegio de trabajar como mentora. Su proyecto ya está en manos del jurado y lo defenderán públicamente en la final regional catalana el próximo 31 de mayo. Pero más allá de lo que ocurra ese día, quiero detenerme un momento para hablar del proceso —porque ahí es donde ocurrió lo verdaderamente transformador.
¿Qué significa pensar para cambiar el mundo a los 9 años?
El reto era ambicioso: identificar un problema social de su entorno y desarrollar una solución tecnológica. Es decir, practicar innovación social con base TIC. Para muchas personas adultas esto ya suena complejo. Ahora imaginen lo que supone para niñas que aún están en primaria. Pero aquí está lo que aprendimos juntas: la edad no limita la capacidad de pensar en el bien común y el género no define el interés por la tecnología.
Los límites, más bien, los solemos poner las personas adultas, cuando no ofrecemos espacios ni herramientas para que estas capacidades vuelen a la altura a la que están destinadas.
Tras bastantes años trabajando en proyectos de innovación social me sigue alarmando la posición secundaria que se suele asignar a este enfoque en comparación a otras formas de innovación más centradas en lo tecnológico o lo económico. En el imaginario colectivo, la innovación “de verdad” parece tener que ver con hardware, con algoritmos, con escalabilidad empresarial. Pero lo cierto es que no hay transformación tecnológica relevante si no responde a desafíos reales y colectivos. Y eso es, precisamente, lo que aprenden las niñas en Technovation desde el primer día.
En nuestro equipo, las sesiones de ideación estuvieron llenas de preguntas potentes:
“¿Por qué algunas personas no tienen acceso a alimentos sanos?”
“¿Qué pasa cuando alguien se siente solo o aislado?”
“¿Qué cosas podríamos cambiar en nuestra escuela o barrio para mejorar la vida de las personas?”
Este pensamiento centrado en la alteridad, en lo comunitario es la savia de la innovación social. Y verlo emerger con tanta claridad y empatía en niñas tan pequeñas es, sin duda, una de las experiencias más inspiradoras que se viven como mentora.
Romper estereotipos: así de sencillo
A menudo se dice que las niñas no se interesan por la tecnología. Pero, ¿es así de verdad? ¿O es que les damos menos oportunidades para explorarla, menos modelos en quienes verse reflejadas, menos confianza en que pueden hacerlo?
En este proceso he visto a niñas que programan su primera app, que hacen prototipos (en papel o en digital, ya que pasan de un soporte a otro con naturalidad), que debaten sobre cómo mejorar su diseño pensando en las personas usuarias, que se emocionan cuando descubren que su idea puede tener impacto. Niñas que piensan en código y en comunidad. Que combinan lógica, empatía y creatividad para cambiar el mundo —aunque sea a pequeña escala… por ahora.
Technovation Girls es mucho más que una competición: es un espacio donde las niñas se reconocen como creadoras de tecnología, como agentes de cambio, como protagonistas de su propio aprendizaje. Y es también una manera de ensanchar las posibilidades de lo que entendemos por STEM, integrando lo social, lo ético y lo humano en el desarrollo tecnológico.
Viralicemos innovación
Si alguna vez has dudado de lo que puede hacer una niña de 9 años cuando se le confía una pregunta compleja y se le da un entorno de apoyo, te invito a seguir de cerca esta iniciativa. Y, si puedes, a implicarte. Porque la innovación social no tiene edad ni género y el cambio comienza con una idea —aunque surja de manos pequeñas.